NUESTRA FUNDADORA

Isabel Calatayud Herce

Más de 800 actuaciones y más de 1.300 voces educadas para el canto, ponen cuentas en el haber de una Isabel Calatayud de la que tengo escrito que: “con el paso del tiempo ha logrado una agrupación musical con una calidad máxima, que extrañamente siempre ha sido mejor valorada fuera de La Rioja que en nuestra Comunidad, seguramente porque estaba a cargo de una directora que era mujer, profesional, sabía lo que quería y no se arrendaba ante nada ni nadie, y menos ante los hombres, fueran políticos o compañeros de profesión. Manejen las palabras y póngalas en el orden que quieran y siempre llegarán a una misma conclusión: bajo su dirección, La Rioja ha tenido, sin ningún género de dudas, al mejor coro de su historia”.

Pero no tengo puesto por escrito las muchas horas que hemos pasado en reuniones y ensayos, recordando actuaciones, sonriendo con las anécdotas, compartiendo recuerdos, e incluso discutiendo sobre ciertas opiniones que tenía de las personas y que más allá del puro razonamiento salían de un apasionamiento vital que la desbordaba. Una pasión que la movió a crear y dirigir la Coral Logroñesa con 18 años, que luego se convirtió en el Orfeón Logroñés, para añadir el coro de la iglesia de Santa Teresita, el coro de Magisterio, el de la Escolanía y el coro de Izarra (Navarra). Y siempre con un mismo objetivo: “dar un giro al canto. Que no fuera una asignatura rollo y que los conciertos fueran algo más que el clásico madrigalista o la clásica polifonía que cantaba las clásicas obras de siempre. La juventud requiere movimiento, alegría, impulso, nervio y eso es lo que yo he dado a la Escolanía y también al resto de coros que he dirigido. Yo impartía música, como la siento”. Y todo ello sin olvidar lo duro que se hacían muchas veces sus ensayos en los que no faltaban algunos lloros, finalmente sofocados, porque en su ADN estaba el ser, en ciertos momentos, dura con un colectivo formado por sesenta u ochenta adolescentes a las que la sangre también les hervía. Fue la mujer que, con todas las trabas que ponía un mundo machista, consiguió ser la primera en su gran pasión: la música.
Mujer independiente que ha enseñado a varias generaciones, principalmente, de riojanas, el respeto al grupo, el trabajo en equipo, la empatía, la amistad entre las escolanas… sin olvidar que pertenecer a la Escolanía suponía viajar en tiempos en los que era complicado. ¿Quién con 18 años o menos, en los años 70 y 80 del siglo pasado, podía viajar a Suiza o a otras ciudades europeas o españolas? Viajes artísticos a los que no faltaban las visitas culturales ni la atenta vigilancia de las más mayores hacia las más pequeñas, en una armonía colectiva que sobrepasaban las notas de un pentagrama. Una escuela de vivir que con la independencia y la libertad que desbordaba, fue una lección de vida para muchas jóvenes.
Sostenía que “todas las personas podemos llegar a cantar bien, algunos mejor, otros peor, pero todos podemos llegar a cantar bien” y le preocupaba mucho el orden que debían tener las canciones para conseguir que un concierto saliera redondo. Así como el calentar voces, vocalizar, hacer ejercicios de relajación, aprender a respirar, trabajar las cuerdas vocales e incluso saber descansar la noche antes de la actuación, que eran buenas prácticas para conseguir los mejores resultados de un grupo angelical. Pero esto solo lo enseñaba Isabel Calatayud si bien ahora es asumido como normal tanto por los aficionados como por los profesionales que trabajan con la garganta.

Fue, con todas sus letras, una adelantada al tiempo que le tocó vivir, a lo que sumaba dinamismo y temperamento.
Se nos ha ido un verso libre musicado, pero perfectamente entonado. Con una copa de vino en la mano y con la memoria perdida en cientos derecuerdos, me quedo cantando, mentalmente, el estribillo final del tema popular paraguayo ‘La galopera’. Una canción que Isabel Calatayud convirtió en la banda sonora de la Escolanía, en el himno que ella cantaba en el autobús, ya de viaje de vuelta a casa, cuando el concierto, o los conciertos, habían resultado de excelentes a extraordinarios, pues no recuerdo de mi época ni un solo pinchazo en un escenario.

Gracias Isabelita, por tu ejemplo.